Ebook: La osteopatía de verdad. Origen, Principios, Técnicas, Indicaciones (The real osteopathy)
Author: Gilles Drevon Lieffroy
- Genre: Medicine // Therapy
- Tags: Osteopathy
- Year: 1997
- Publisher: Grupo Imaginador De Ediciones
- City: Buenos Aires
- Edition: 1
- Language: Spanish
- pdf
INTRODUCCIÓN:
Cuando era estudiante, hice una pasantía en el hospi* tal, en el servicio de reumatología que dirigía un presti* gioso profesor de la Facultad de Medicina de Lyon (Fran* cia). Era éste autor de numerosos libros especializados y tenía fama mundial.
La costumbre de entonces (corría el año 1961) era que el “patrón” visitaba a los pacientes acompañado de toda su “corte”, compuesta por su asistente, sus jefes de clíni* ca, médicos internos, enfermeras y residentes. Todos ellos componían un gran equipo que pasaba de cama en cama, escuchando los comentarios del maestro.
Un día, llegamos a la cabecera de un hombre de unos treinta años que, visiblemente, sufría mucho. El profesor lo examinó y exclamó: “Señores, están ante un enigma de la medicina. Este enfermo tiene una ciática. Esta afec* ción no tiene más tratamiento que la fenilbutazona (un antiinflamatorio nuevo en aquel entonces). A veces, esto da buenos resultados. Otras veces... ningún resultado, ¡y nadie sabe por qué!”
Todos escuchábamos con profundo respeto. El agregó: “Hay ciertos individuos que tratan esto por medio de ma* nipulaciones vertebrales. ¡Son locos peligrosos y habría que encerrarlos!”
Yo lo creí hasta el día en que yo mismo sufrí una vio* lenta crisis de ciática. Consulté a un reumatólogo que, después de haber mirado la radiografía que había orde* nado e indicarme que todo era normal, me prescribió un
antiinflamatorio y un analgésico y me aconsejó ser pa* ciente. Al cabo de un mes, el dolor era insoportable, yo estaba agotado por las noches sin sueño y mi estó* mago era el único y desdichado testigo de la eficacia de los antiinflamatorios.
Tuve entonces la idea de consultar a un amigo que había estudiado Quiropraxia en los Estados Unidos. En algunas semanas me encontré en perfecto estado, ha* biendo descubierto que una técnica manipulativa po* día no solamente no ser peligrosa, sino más eficaz que una terapéutica medicamentosa ortodoxa.
Algunos meses más tarde, un amigo, médico ho* meópata, me invitó a acompañarlo a Inglaterra para ver trabajar a un osteópata que “manipulaba los hue* sos del cráneo’’. Esto me pareció poco serio, pero la curiosidad fue más fuerte. Así conocí al Dr. Denis BROOKES D.O. en su consultorio de SHREWSBURY, pequeña ciudad del sudoeste de Inglaterra.
En medio día vi dos “milagros”. El primero se pro* dujo con un hombre que, como consecuencia de un accidente de circulación ocurrido diez años antes, ha* bía perdido la vista completamente. Había consultado a todos los especialistas, oftalmólogos, neurólogos, psiquiatras, traumatólogos, etc. Lo habían hospitaliza* do varias veces sin el menor resultado.
Después de haber escuchado su historia, Denis BROOKES lo hizo acostarse y tomó su cabeza entre sus manos. Me parecía que no pasaba nada. Apenas al* gunos ligeros movimientos de las manos revelaban el trabajo del osteópata.
AI cabo de más o menos media hora, el paciente se le* vantó y declaró: “Veo sombras”. Eramos nosotros, mi amigo y yo. Nos desplazamos en silencio, pero el pacien* te describía nuestros movimientos. ¡Veía! Supimos más tarde que después de tres sesiones más su vista había vuelto a ser normal.
El otro “milagro” se produjo con la llegada de una mu* jer que estaba sobre la camilla de una ambulancia. Sufría de una ciática hiperálgica, y el menor movimiento le arrancaba gritos de dolor.
Lo más difícil fue instalarla en posición acostada sobre el vientre. Denis BROOKES pasó una mano sobre su sa* cro y, una vez más, vimos cómo esa mano se animaba con movimientos imperceptibles. Después de algunos minutos, pidió a la paciente que se diera vuelta y se le* vantara. Pensamos que se trataba de un mal chiste, pero, para mi gran estupor, la mujer se levantó sin gran dificul* tad. Aunque el dolor no había desaparecido totalmente, pudo irse del consultorio caminando.
Esta experiencia fue para mí una revelación y mi entu* siasmo fue tal que comencé inmediatamente a estudiar osteopatía.
Hoy han pasado veintidós años. Mi entusiasmo sigue intacto. Aunque conozco la explicación científica de los “milagros” de la osteopatía, ésta no cesa de maravillarme. Es la razón por la cual la practico, la enseño y sigo estu* diándola.
Su fundador, el Dr. Andrew Taylor STILL la concibió 9
Gilíes DfíEVON UEFFROY 0.0. como una terapéutica global que interesa al hombre en su totalidad. La Dra. Viola FRYMANN D.O. habla de una osteopatía total para un paciente total.
Lo peor que podría pasarle a la osteopatía sería que se convirtiera en una moda y que, bajo su nombre, se haga cualquier cosa.
La razón de ser de este libro es hacerla conocer en su esencia y su dimensión humana y científica.
Cuando era estudiante, hice una pasantía en el hospi* tal, en el servicio de reumatología que dirigía un presti* gioso profesor de la Facultad de Medicina de Lyon (Fran* cia). Era éste autor de numerosos libros especializados y tenía fama mundial.
La costumbre de entonces (corría el año 1961) era que el “patrón” visitaba a los pacientes acompañado de toda su “corte”, compuesta por su asistente, sus jefes de clíni* ca, médicos internos, enfermeras y residentes. Todos ellos componían un gran equipo que pasaba de cama en cama, escuchando los comentarios del maestro.
Un día, llegamos a la cabecera de un hombre de unos treinta años que, visiblemente, sufría mucho. El profesor lo examinó y exclamó: “Señores, están ante un enigma de la medicina. Este enfermo tiene una ciática. Esta afec* ción no tiene más tratamiento que la fenilbutazona (un antiinflamatorio nuevo en aquel entonces). A veces, esto da buenos resultados. Otras veces... ningún resultado, ¡y nadie sabe por qué!”
Todos escuchábamos con profundo respeto. El agregó: “Hay ciertos individuos que tratan esto por medio de ma* nipulaciones vertebrales. ¡Son locos peligrosos y habría que encerrarlos!”
Yo lo creí hasta el día en que yo mismo sufrí una vio* lenta crisis de ciática. Consulté a un reumatólogo que, después de haber mirado la radiografía que había orde* nado e indicarme que todo era normal, me prescribió un
antiinflamatorio y un analgésico y me aconsejó ser pa* ciente. Al cabo de un mes, el dolor era insoportable, yo estaba agotado por las noches sin sueño y mi estó* mago era el único y desdichado testigo de la eficacia de los antiinflamatorios.
Tuve entonces la idea de consultar a un amigo que había estudiado Quiropraxia en los Estados Unidos. En algunas semanas me encontré en perfecto estado, ha* biendo descubierto que una técnica manipulativa po* día no solamente no ser peligrosa, sino más eficaz que una terapéutica medicamentosa ortodoxa.
Algunos meses más tarde, un amigo, médico ho* meópata, me invitó a acompañarlo a Inglaterra para ver trabajar a un osteópata que “manipulaba los hue* sos del cráneo’’. Esto me pareció poco serio, pero la curiosidad fue más fuerte. Así conocí al Dr. Denis BROOKES D.O. en su consultorio de SHREWSBURY, pequeña ciudad del sudoeste de Inglaterra.
En medio día vi dos “milagros”. El primero se pro* dujo con un hombre que, como consecuencia de un accidente de circulación ocurrido diez años antes, ha* bía perdido la vista completamente. Había consultado a todos los especialistas, oftalmólogos, neurólogos, psiquiatras, traumatólogos, etc. Lo habían hospitaliza* do varias veces sin el menor resultado.
Después de haber escuchado su historia, Denis BROOKES lo hizo acostarse y tomó su cabeza entre sus manos. Me parecía que no pasaba nada. Apenas al* gunos ligeros movimientos de las manos revelaban el trabajo del osteópata.
AI cabo de más o menos media hora, el paciente se le* vantó y declaró: “Veo sombras”. Eramos nosotros, mi amigo y yo. Nos desplazamos en silencio, pero el pacien* te describía nuestros movimientos. ¡Veía! Supimos más tarde que después de tres sesiones más su vista había vuelto a ser normal.
El otro “milagro” se produjo con la llegada de una mu* jer que estaba sobre la camilla de una ambulancia. Sufría de una ciática hiperálgica, y el menor movimiento le arrancaba gritos de dolor.
Lo más difícil fue instalarla en posición acostada sobre el vientre. Denis BROOKES pasó una mano sobre su sa* cro y, una vez más, vimos cómo esa mano se animaba con movimientos imperceptibles. Después de algunos minutos, pidió a la paciente que se diera vuelta y se le* vantara. Pensamos que se trataba de un mal chiste, pero, para mi gran estupor, la mujer se levantó sin gran dificul* tad. Aunque el dolor no había desaparecido totalmente, pudo irse del consultorio caminando.
Esta experiencia fue para mí una revelación y mi entu* siasmo fue tal que comencé inmediatamente a estudiar osteopatía.
Hoy han pasado veintidós años. Mi entusiasmo sigue intacto. Aunque conozco la explicación científica de los “milagros” de la osteopatía, ésta no cesa de maravillarme. Es la razón por la cual la practico, la enseño y sigo estu* diándola.
Su fundador, el Dr. Andrew Taylor STILL la concibió 9
Gilíes DfíEVON UEFFROY 0.0. como una terapéutica global que interesa al hombre en su totalidad. La Dra. Viola FRYMANN D.O. habla de una osteopatía total para un paciente total.
Lo peor que podría pasarle a la osteopatía sería que se convirtiera en una moda y que, bajo su nombre, se haga cualquier cosa.
La razón de ser de este libro es hacerla conocer en su esencia y su dimensión humana y científica.
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