Ebook: La Biblia sin mitos. Una introducción crítica
Author: Eduardo Arens SM
- Genre: Religion // Orthodoxy
- Tags: Peru, Bible, Biblia, Bible Studies, Estudios bíblicos
- Series: Colección Buena Nueva (3)
- Year: 1990
- Publisher: Paulinas
- City: Lima
- Edition: 2
- Language: Spanish
- pdf
La manera en que se enfoca y se entiende la Biblia hoy es diferente de la de “antes”. Esto es un hecho.
Herederos de una larga tradición que ponía todo el acento en su calidad de Palabra de Dios y que la
consideraba prácticamente como dictada por Dios, algunos se sienten consternados cuando hoy se les dice
que esa misma Biblia literatura – literatura sacra, sí, pero literatura—. No poco han venido contribuyendo
al “descubrimiento” del carácter literario de la Biblia los hallazgos que, desde el siglo pasado, se han estado
haciendo en el Oriente Medio de textos afines, más antiguos que los de la Biblia (mitos de la creación,
leyendas, salmos, proverbios), así como los estudios realizados en los campos de la sociología, la
antropología, la lingüística y la literatura. Consecuentemente, se han venido apreciando aspectos y
dimensiones antes considerados o simplemente ignorados cuando se trataba de la Biblia. Se ha venido
valorando cada vez más la comunicación humana que se manifiesta en la Biblia: el papel de las tradiciones
orales, del pueblo o de la comunidad donde tomaron cuerpo los diferentes escritos, el papel del redactor, la
influencia del entorno y de la cultura, etc.
La Biblia se aprecia hoy, más que antes, como lo que materialmente es: un conjunto de expresiones
de vida, testimonios de vivencias históricas y de fe. Se ha comenzado a valorar su dimensión comunicativa,
sin por ello menosvalorar la Presencia de Dios a lo largo del proceso que condujo a la composición de los
diferentes escritos que constituyen la Biblia.
Valorar la dimensión humana de la Biblia no es restarle sacralidad, pero sí es situarla en nuestro
mundo. Dios se manifestó a través de acontecimientos históricos, hasta encarnarse El mismo en la historia.
Mientras se veneraba la Biblia como sacrosanta e intocable, como revelación directa de Dios, se carecía de
la objetividad necesaria para poder apreciar su profundidad y su cercanía al hombre.
Para comprender bien y correctamente un texto compuesto en tiempos pasados, no basta con
preguntarse por lo que ese texto diga hoy, sino que hay que comprenderlo en su momento histórico-cultural.
Muchos creen que lo único que interesa es la relación texto-lector, y que las cuestiones de orden histórico,
tales como el origen de los escritos, la comunidad y el momento histórico del autor, son irrelevantes. ¡Grave
error! Precisamente por ignorarlas, se ha llegado a interpretaciones absurdas (p. ej. en el caso del
Apocalipsis), lejanas de la intención del autor inspirado. Después de todo, el autor literario (por no hablar
de sus predecesores) fue inspirado por Dios dentro (y no al margen) del contexto de su historia y su cultura,
y lo que escribió tenía en mente a un entorno concreto, inmediato (como se observa claramente en las cartas
de San Pablo). Para comprender lo que el texto dice hoy, hay que empezar por comprender lo que decía en
su origen. Es Palabra de Dios, sí, pero en palabras de hombres histórica y culturalmente situados, y con
muchas limitaciones y condicionamientos.
Conocer el origen y la naturaleza de los escritos bíblicos es una ayuda para su interpretación correcta
y una necesidad para su comprensión. No es cuestión de “curiosidad arqueológica”. No se puede ignorar la
naturaleza histórica de escritos que fueron redactados en el contexto de un tiempo histórico, y no
asépticamente en el vacío, si se les quiere comprender e interpretar correctamente, si se les va a
escuchar(desde su momento histórico) y no a acomodar a conveniencias o prejuicios.
Herederos de una larga tradición que ponía todo el acento en su calidad de Palabra de Dios y que la
consideraba prácticamente como dictada por Dios, algunos se sienten consternados cuando hoy se les dice
que esa misma Biblia literatura – literatura sacra, sí, pero literatura—. No poco han venido contribuyendo
al “descubrimiento” del carácter literario de la Biblia los hallazgos que, desde el siglo pasado, se han estado
haciendo en el Oriente Medio de textos afines, más antiguos que los de la Biblia (mitos de la creación,
leyendas, salmos, proverbios), así como los estudios realizados en los campos de la sociología, la
antropología, la lingüística y la literatura. Consecuentemente, se han venido apreciando aspectos y
dimensiones antes considerados o simplemente ignorados cuando se trataba de la Biblia. Se ha venido
valorando cada vez más la comunicación humana que se manifiesta en la Biblia: el papel de las tradiciones
orales, del pueblo o de la comunidad donde tomaron cuerpo los diferentes escritos, el papel del redactor, la
influencia del entorno y de la cultura, etc.
La Biblia se aprecia hoy, más que antes, como lo que materialmente es: un conjunto de expresiones
de vida, testimonios de vivencias históricas y de fe. Se ha comenzado a valorar su dimensión comunicativa,
sin por ello menosvalorar la Presencia de Dios a lo largo del proceso que condujo a la composición de los
diferentes escritos que constituyen la Biblia.
Valorar la dimensión humana de la Biblia no es restarle sacralidad, pero sí es situarla en nuestro
mundo. Dios se manifestó a través de acontecimientos históricos, hasta encarnarse El mismo en la historia.
Mientras se veneraba la Biblia como sacrosanta e intocable, como revelación directa de Dios, se carecía de
la objetividad necesaria para poder apreciar su profundidad y su cercanía al hombre.
Para comprender bien y correctamente un texto compuesto en tiempos pasados, no basta con
preguntarse por lo que ese texto diga hoy, sino que hay que comprenderlo en su momento histórico-cultural.
Muchos creen que lo único que interesa es la relación texto-lector, y que las cuestiones de orden histórico,
tales como el origen de los escritos, la comunidad y el momento histórico del autor, son irrelevantes. ¡Grave
error! Precisamente por ignorarlas, se ha llegado a interpretaciones absurdas (p. ej. en el caso del
Apocalipsis), lejanas de la intención del autor inspirado. Después de todo, el autor literario (por no hablar
de sus predecesores) fue inspirado por Dios dentro (y no al margen) del contexto de su historia y su cultura,
y lo que escribió tenía en mente a un entorno concreto, inmediato (como se observa claramente en las cartas
de San Pablo). Para comprender lo que el texto dice hoy, hay que empezar por comprender lo que decía en
su origen. Es Palabra de Dios, sí, pero en palabras de hombres histórica y culturalmente situados, y con
muchas limitaciones y condicionamientos.
Conocer el origen y la naturaleza de los escritos bíblicos es una ayuda para su interpretación correcta
y una necesidad para su comprensión. No es cuestión de “curiosidad arqueológica”. No se puede ignorar la
naturaleza histórica de escritos que fueron redactados en el contexto de un tiempo histórico, y no
asépticamente en el vacío, si se les quiere comprender e interpretar correctamente, si se les va a
escuchar(desde su momento histórico) y no a acomodar a conveniencias o prejuicios.
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