Ebook: El panamericanismo. De la Doctrina Monroe a la Doctrina Johnson
Author: Alonso Aguilar Monteverde
- Tags: imperialismo, yanqui, estadounidense, angloamericano, intervencionismo, Hispanoamerica, Iberoamerica, monroismo, bolivarismo
- Series: Cuadernos Americanos
- Year: 1965
- Publisher: Cuadernos Americanos
- City: Ciudad de México
- Edition: 1
- Language: Spanish castellano
- pdf
Cuando, el 28 de abril de 1965, el presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson, ordenó el desembarco en Santo Domingo de 400 infantes de la marina norteamericana a fin de evitar el triunfo inminente del pueblo sobre una débil y desprestigiada dictadura militar, probablemente muchos latinoamericanos, aunque preocupados desde luego frente a tal hecho, no pudieron de momento medir su alcance y calibrar sus graves implicaciones. Pero bastaron unos días —una semana, en realidad— para que la política agresiva de Estados Unidos se exhibiera como nunca antes y Latinoamérica toda comprendiera que, a pesar de los discursos retóricos de los cancilleres de la OEA, de los buenos deseos, de las vanas ilusiones y de los constantes pronunciamientos en favor de los principios de autodeterminación y no intervención, el imperialismo seguía siendo
el imperialismo.
Cuando los 400 marinos destinados a “proteger la vida y los bienes de los ciudadanos norteamericanos residentes en Santo Domingo”, se convirtieron en una fuerza ofensiva de casi
40,000 hombres perfectamente armados, nadie pudo aceptar el motivo a que hipócritamente había apelado el señor Johnson.
El propósito de la agresión era otro bien distinto; era en esencia el mismo que estuvo presente cuando Blaine propuso realizar la primera conferencia panamericana; el mismo que llevó a Teodoro Roosevelt a inventar una “revolución” en Panamá para apoderarse del Canal del Istmo; el que hizo a Taft poner la bandera de las barras y las estrellas al servicio de los monopolios norteamericanos que buscaban materias primas y mercados más allá de las fronteras de Estados Unidos y el que defendió más de una vez Calvin Cooligde al decir que los derechos de los inversionistas norteamericanos y el supuesto deber del gobierno de Washington de protegerlos, estaban por encima del principio de autodeterminación y del respeto a la soberanía de las demás naciones.
La agresión a la República Dominicana, así como la llamada “Doctrina Johnson” que pretende ser su fundamento, han puesto de relieve la profunda crisis por que atraviesa el sistema interamericano, y descubierto de golpe que la política del anticomunismo, heredada de Churchill y de Truman, lejos de servir a la defensa de los intereses nacionales de nuestros países y a la preservación de la seguridad del continente, constituye una grave amenaza a nuestra soberanía y un burdo expediente para mantener el statu quo y los privilegios a él asociados.
El anticomunismo, arma favorita desde hace prácticamente dos décadas de los estrategas del pentágono y los funcionarios del Departamento de Estado, de los cancilleres de la OEA y de las oligarquías y gorilatos latinoamericanos, no es en rigor un arma contra el comunismo. En su forma más acabada y reciente: la “Doctrina Johnson”, no es tampoco un instrumento contra la agresión o el ataque armado de una potencia extranjera, sino el vehículo principal de que a estas horas echan mano el imperialismo y sus aliados para detener cualquier avance social o político en América Latina o en cualquier otro lugar del mundo en que pueda surgir el peligro de un movimiento popular dispuesto a transformar las condiciones socioeconómicas existentes.
Bajo el imperio de la “Doctrina Monroe”, hace cerca de un siglo y medio, los países de Europa no podían, a juicio de Estados Unidos, exportar su sistema político a América. Pero las cosas han ido tan lejos en nuestros días que, en el marco de la “Doctrina Johnson”, los pueblos latinoamericanos no pueden siquiera decidir la forma en que han de gobernarse ni ser por tanto dueños de su propio destino. Como se ha visto dramáticamente en Santo Domingo, y antes en Brasil, en Cuba y Guatemala, vivimos en la triste condición de que, por encima de lo que nuestras constituciones nacionales dispongan, si el tipo de gobierno o de organización social que un pueblo decide darse en ejercicio de su soberanía afecta intereses norteamericanos o es inaceptable para las minorías privilegiadas de nacionales, o se desata una intervención unilateral violenta de Estados Unidos o salta algún canciller o general latinoamericano dispuesto a traicionar a su pueblo y solicita urgentemente que el panamericanismo entre en acción en defensa de lo indefendible.
Tras de la criminal agresión a Santo Domingo y la creación de ese ejército represivo al que ha dado en llamarse la “fuerza militar interamericana”, pensé que podía ser útil intentar un rápido examen del desarrollo histórico del panamericanismo, que recordara y actualizara sus principales episodios, poniéndolos al alcance de los jóvenes que día a día se incorporan en todas partes a la lucha emancipadora de nuestros pueblos. Por eso decidí escribir estas páginas, después de acercarme a don Jesús Silva Herzog y saber que, para su publicación, podría acogerme a la amable hospitalidad de “Cuadernos Americanos”.
En la preparación del texto trabajé cuatro semanas; y me siento obligado a advertir al lector que no se trata de un libro académico, hecho con detenimiento en el ambiente tranquilo del gabinete de estudio, sino de un rápido recuento de un proceso accidentado y complejo, en el que a mi juicio está la causa principal de la dependencia y el atraso económico de América Latina. Los eruditos del panamericanismo y de la historia de las relaciones de Latinoamérica con Estados Unidos, probablemente no hallarán en estas páginas nada de mayor interés y quizás no estén de acuerdo con mucho de lo que en ellas se dice, ni con la forma sencilla y directa, desprovista de toda pretensión literaria, en que están escritas.
Mas no es a ellos a quienes este ensayo va dirigido. Al escribir hemos pensado en los hombres y mujeres comunes y corrientes; en los jóvenes que a menudo parecen olvidar que aún no logran nuestros pueblos conquistar su plena independencia; en los maestros de las escuelas primarias e intermedias, que a pesar de que contribuyen a crear una conciencia latinoamericana, caen a veces en el escepticismo y el desencanto; en los obreros y los campesinos de vanguardia que comienzan a entender, en el fondo mejor que quienes los menosprecian desde sus torres de marfil, que sus miserables condiciones y en general las de nuestros pueblos, sólo cambiarán en tanto se organice y lleve adelante con éxito la lucha revolucionaria, contra quienes mantienen a Latinoamérica en la dependencia, el subdesarrollo y la explotación.
A todos ellos va dirigido este libro; y si en algo contribuye a aclarar lo que ha sido realmente el panamericanismo, a comprender la forma en que, detrás de él, el imperialismo ha detenido y desviado nuestro desarrollo, y a estimular la lucha por la plena emancipación de Latinoamérica, nos consideramos ampliamente recompensados.
México, agosto de 1965.
AAM
el imperialismo.
Cuando los 400 marinos destinados a “proteger la vida y los bienes de los ciudadanos norteamericanos residentes en Santo Domingo”, se convirtieron en una fuerza ofensiva de casi
40,000 hombres perfectamente armados, nadie pudo aceptar el motivo a que hipócritamente había apelado el señor Johnson.
El propósito de la agresión era otro bien distinto; era en esencia el mismo que estuvo presente cuando Blaine propuso realizar la primera conferencia panamericana; el mismo que llevó a Teodoro Roosevelt a inventar una “revolución” en Panamá para apoderarse del Canal del Istmo; el que hizo a Taft poner la bandera de las barras y las estrellas al servicio de los monopolios norteamericanos que buscaban materias primas y mercados más allá de las fronteras de Estados Unidos y el que defendió más de una vez Calvin Cooligde al decir que los derechos de los inversionistas norteamericanos y el supuesto deber del gobierno de Washington de protegerlos, estaban por encima del principio de autodeterminación y del respeto a la soberanía de las demás naciones.
La agresión a la República Dominicana, así como la llamada “Doctrina Johnson” que pretende ser su fundamento, han puesto de relieve la profunda crisis por que atraviesa el sistema interamericano, y descubierto de golpe que la política del anticomunismo, heredada de Churchill y de Truman, lejos de servir a la defensa de los intereses nacionales de nuestros países y a la preservación de la seguridad del continente, constituye una grave amenaza a nuestra soberanía y un burdo expediente para mantener el statu quo y los privilegios a él asociados.
El anticomunismo, arma favorita desde hace prácticamente dos décadas de los estrategas del pentágono y los funcionarios del Departamento de Estado, de los cancilleres de la OEA y de las oligarquías y gorilatos latinoamericanos, no es en rigor un arma contra el comunismo. En su forma más acabada y reciente: la “Doctrina Johnson”, no es tampoco un instrumento contra la agresión o el ataque armado de una potencia extranjera, sino el vehículo principal de que a estas horas echan mano el imperialismo y sus aliados para detener cualquier avance social o político en América Latina o en cualquier otro lugar del mundo en que pueda surgir el peligro de un movimiento popular dispuesto a transformar las condiciones socioeconómicas existentes.
Bajo el imperio de la “Doctrina Monroe”, hace cerca de un siglo y medio, los países de Europa no podían, a juicio de Estados Unidos, exportar su sistema político a América. Pero las cosas han ido tan lejos en nuestros días que, en el marco de la “Doctrina Johnson”, los pueblos latinoamericanos no pueden siquiera decidir la forma en que han de gobernarse ni ser por tanto dueños de su propio destino. Como se ha visto dramáticamente en Santo Domingo, y antes en Brasil, en Cuba y Guatemala, vivimos en la triste condición de que, por encima de lo que nuestras constituciones nacionales dispongan, si el tipo de gobierno o de organización social que un pueblo decide darse en ejercicio de su soberanía afecta intereses norteamericanos o es inaceptable para las minorías privilegiadas de nacionales, o se desata una intervención unilateral violenta de Estados Unidos o salta algún canciller o general latinoamericano dispuesto a traicionar a su pueblo y solicita urgentemente que el panamericanismo entre en acción en defensa de lo indefendible.
Tras de la criminal agresión a Santo Domingo y la creación de ese ejército represivo al que ha dado en llamarse la “fuerza militar interamericana”, pensé que podía ser útil intentar un rápido examen del desarrollo histórico del panamericanismo, que recordara y actualizara sus principales episodios, poniéndolos al alcance de los jóvenes que día a día se incorporan en todas partes a la lucha emancipadora de nuestros pueblos. Por eso decidí escribir estas páginas, después de acercarme a don Jesús Silva Herzog y saber que, para su publicación, podría acogerme a la amable hospitalidad de “Cuadernos Americanos”.
En la preparación del texto trabajé cuatro semanas; y me siento obligado a advertir al lector que no se trata de un libro académico, hecho con detenimiento en el ambiente tranquilo del gabinete de estudio, sino de un rápido recuento de un proceso accidentado y complejo, en el que a mi juicio está la causa principal de la dependencia y el atraso económico de América Latina. Los eruditos del panamericanismo y de la historia de las relaciones de Latinoamérica con Estados Unidos, probablemente no hallarán en estas páginas nada de mayor interés y quizás no estén de acuerdo con mucho de lo que en ellas se dice, ni con la forma sencilla y directa, desprovista de toda pretensión literaria, en que están escritas.
Mas no es a ellos a quienes este ensayo va dirigido. Al escribir hemos pensado en los hombres y mujeres comunes y corrientes; en los jóvenes que a menudo parecen olvidar que aún no logran nuestros pueblos conquistar su plena independencia; en los maestros de las escuelas primarias e intermedias, que a pesar de que contribuyen a crear una conciencia latinoamericana, caen a veces en el escepticismo y el desencanto; en los obreros y los campesinos de vanguardia que comienzan a entender, en el fondo mejor que quienes los menosprecian desde sus torres de marfil, que sus miserables condiciones y en general las de nuestros pueblos, sólo cambiarán en tanto se organice y lleve adelante con éxito la lucha revolucionaria, contra quienes mantienen a Latinoamérica en la dependencia, el subdesarrollo y la explotación.
A todos ellos va dirigido este libro; y si en algo contribuye a aclarar lo que ha sido realmente el panamericanismo, a comprender la forma en que, detrás de él, el imperialismo ha detenido y desviado nuestro desarrollo, y a estimular la lucha por la plena emancipación de Latinoamérica, nos consideramos ampliamente recompensados.
México, agosto de 1965.
AAM
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