Ebook: La Papisa Juana. La mujer que fue papa
Author: Alain Boureau
- Genre: History
- Tags: History of Christianity, Medieval Papacy, Middle Ages, Pope Joan, Medieval cultures, Medieval myths
- Year: 1998
- Publisher: Clio
- Language: Spanish
- pdf
Alain Boureau con su Papisa Juana nos ofrece no sólo un estudio erudito y exegético sobre un personaje sugestivo, sino también una reflexión oportunísima sobre un tema tan próximo a nuestra realidad diaria cual es el de los criterios que, en última instancia, presiden la distribución de los papeles en la sociedad moderna. Podremos coincidir o no con dicha reflexión, pero lo que es seguro es que no podremos sustraernos al encanto de la Juana de Boureau, y que seguiremos con interés creciente sus peripecias a lo largo y ancho de Europa durante cerca de ochocientos años de pasiones humanas, por conventos y plazas, por palacios y frentes de batalla, en las tertulias de sobremesa y en la quietud de los archivos, y acompañados en todo momento por ese conjunto de individualidades que, anónimamente o de forma destacada, nos ha precedido en la construcción de nuestra biografía, de la que no siempre tenemos conciencia clara.
Como muy bien adelanta A. Boureau en su «Introducción», la historia de la papisa no se reduce a un episodio lejano, envuelto en un escándalo con olor a incienso, ni tampoco a un banderín de enganche hábilmente agitado por descontentos, cismáticos y anticlericales. En este sentido, quien espere encontrar en este libro un relato picante y mordaz sobre una mujer que con engaño ocupó la cátedra de San Pedro, descubriendo su falsa identidad con un parto escandaloso en la vía pública, pronto quedará defraudado. Por el contrario, a quien desee conocer las circunstancias que originaron semejante fábula y las que contribuyeron a su longevidad en la memoria colectiva, el relato ameno y riguroso en sus fuentes de Alain Boureau no sólo no le defraudará, sino que le presentará una Papisa Juana mucho más sugerente que la que, tradicionalmente, se ha quedado enclaustrada en su papel de usurpadora papal. Porque Juana, o mejor dicho su historia, fue y es un escándalo y un banderín de enganche, pero también mucho más.
Producto de una fusión de elementos cultos y folcloristas, Juana nace del vacío histórico a la plenitud del rumor, de la fábula, de la leyenda, de la invectiva, y finalmente de la literatura, para instalarse en la verdad de los hechos históricos como exponente de lo que es y de lo que puede ser. Por ello, la evocación de su recuerdo provoca, aún hoy, cuando menos, una sonrisa picara y cuando más una discusión entre quienes aseguran su existencia y quienes la niegan, haciéndose todos ellos eco, acaso sin saberlo, de centenares de años de controversia sobre lo divino y lo humano —nunca mejor dicho—, y en la que quizá, después de todo, lo menos importante haya sido y sea la realidad de su existencia. Juana no existió, y, como Boureau subraya desde el principio, su inexistencia es un hecho comprobado, esto es un dato objetivo. Pero la realidad, aun siendo una, se proyecta en muy distintos planos, y es en el de las creencias, receptáculo fecundo y vidrioso, donde la papisa encuentra su razón de ser y su destino, que es servir y ser servida en su condición de hija natural de la historia. Desde esta condición que la libera y la restringe a un mismo tiempo, Juana nos presta su vida como espejo en el que se reflejan otras vidas que nos interesa conocer para comprender la nuestra. Por ello, me parece significativo que Boureau encabece su trabajo con una cita de los Ensayos de Montaigne.´
Aparte del contenido de dicha cita, que le permite al autor de La papisa Juana situarnos desde el primer momento en el contexto de las creencias donde nace y vive Juana, los Ensayos tienen un claro sentido autobiográfico, como se desprende, entre otras cosas, de las palabras previas de Michel de Montaigne al lector, advirtiéndole: «Je suis moy-mesmes la matière de mon livre»*. Digo, pues, que es significativo porque creo advertir en la elección de Boureau la intención no ya de referirnos a un testimonio directo e importante de la vigencia de la papisa en la memoria romana del siglo XVI, referencia que podría haber resuelto con otros muchos textos, sino, sobre todo, de sugerirnos hasta qué punto la historia de Juana es la nuestra. Boureau sabe del valor antropológico de los Ensayos, es decir del valor testimonial de vidas excepcionales que reflejan la esencia de la condición humana, y se sirve de Montaigne para darnos una clave temprana e inestimable sobre el significado de la papisa, en el siglo XVI y en el siglo XX.
Como he dicho antes, la oportunidad de La papisa Juana de Alain Boureau es, pues, importante, y en el caso de la edición española presenta un interés adicional, por dos razones, ambas históricas. En primer lugar, porque en el curso de su atormentada carrera, la papisa desempeña un papel destacado en las controversias doctrinales que jalonan, a su vez, la historia de la Iglesia católica y en definitiva de Occidente, controversias que alcanzan un punto álgido durante la Reforma, cuando España desempeña un papel igualmente destacado, como nación católica defensora de Roma y como Imperio defensor de su hegemonía, contestada en dos frentes: en el cultural y en el político. En segundo término, porque la lectura global de la vida de Juana nos remite en última instancia, y como he apuntado al principio, a nuestra realidad inmediata. Me refiero al significado que adquiere la identidad fronteriza de la papisa en el contexto de los cambios registrados de un tiempo a esta parte en todos los ámbitos de la sociedad española, entre los que cabe destacar aquí la separación Iglesia-Estado, la laicización progresiva y la intervención creciente del elemento femenino en la vida civil y religiosa de España.
Poco más puedo añadir sobre esta Papisa Juana de Alain Boureau, que no adelante el propio autor en su «Introducción», excepto, si acaso, dos opiniones personales. Por un lado, subrayar la objetividad que preside el tratamiento de algunos temas delicados por parte de Boureau, quien ha huido del panfletarismo fácil que suele acompañar a Juana, ciñéndose al testimonio de las fuentes historiográficas con soltura de oficio no exenta de sentido del humor; el resultado de su esfuerzo es que su libro no ofende a nadie y a todos interesa. De otra parte, significar la exigua presencia de la historiografía española en un trabajo particularmente rico en fuentes documentales. Por lo demás, sólo me queda reiterarme en las calidades arguméntales de este relato ameno y esclarecedor sobre una figura tan escurridiza como es La papisa Juana.
Como muy bien adelanta A. Boureau en su «Introducción», la historia de la papisa no se reduce a un episodio lejano, envuelto en un escándalo con olor a incienso, ni tampoco a un banderín de enganche hábilmente agitado por descontentos, cismáticos y anticlericales. En este sentido, quien espere encontrar en este libro un relato picante y mordaz sobre una mujer que con engaño ocupó la cátedra de San Pedro, descubriendo su falsa identidad con un parto escandaloso en la vía pública, pronto quedará defraudado. Por el contrario, a quien desee conocer las circunstancias que originaron semejante fábula y las que contribuyeron a su longevidad en la memoria colectiva, el relato ameno y riguroso en sus fuentes de Alain Boureau no sólo no le defraudará, sino que le presentará una Papisa Juana mucho más sugerente que la que, tradicionalmente, se ha quedado enclaustrada en su papel de usurpadora papal. Porque Juana, o mejor dicho su historia, fue y es un escándalo y un banderín de enganche, pero también mucho más.
Producto de una fusión de elementos cultos y folcloristas, Juana nace del vacío histórico a la plenitud del rumor, de la fábula, de la leyenda, de la invectiva, y finalmente de la literatura, para instalarse en la verdad de los hechos históricos como exponente de lo que es y de lo que puede ser. Por ello, la evocación de su recuerdo provoca, aún hoy, cuando menos, una sonrisa picara y cuando más una discusión entre quienes aseguran su existencia y quienes la niegan, haciéndose todos ellos eco, acaso sin saberlo, de centenares de años de controversia sobre lo divino y lo humano —nunca mejor dicho—, y en la que quizá, después de todo, lo menos importante haya sido y sea la realidad de su existencia. Juana no existió, y, como Boureau subraya desde el principio, su inexistencia es un hecho comprobado, esto es un dato objetivo. Pero la realidad, aun siendo una, se proyecta en muy distintos planos, y es en el de las creencias, receptáculo fecundo y vidrioso, donde la papisa encuentra su razón de ser y su destino, que es servir y ser servida en su condición de hija natural de la historia. Desde esta condición que la libera y la restringe a un mismo tiempo, Juana nos presta su vida como espejo en el que se reflejan otras vidas que nos interesa conocer para comprender la nuestra. Por ello, me parece significativo que Boureau encabece su trabajo con una cita de los Ensayos de Montaigne.´
Aparte del contenido de dicha cita, que le permite al autor de La papisa Juana situarnos desde el primer momento en el contexto de las creencias donde nace y vive Juana, los Ensayos tienen un claro sentido autobiográfico, como se desprende, entre otras cosas, de las palabras previas de Michel de Montaigne al lector, advirtiéndole: «Je suis moy-mesmes la matière de mon livre»*. Digo, pues, que es significativo porque creo advertir en la elección de Boureau la intención no ya de referirnos a un testimonio directo e importante de la vigencia de la papisa en la memoria romana del siglo XVI, referencia que podría haber resuelto con otros muchos textos, sino, sobre todo, de sugerirnos hasta qué punto la historia de Juana es la nuestra. Boureau sabe del valor antropológico de los Ensayos, es decir del valor testimonial de vidas excepcionales que reflejan la esencia de la condición humana, y se sirve de Montaigne para darnos una clave temprana e inestimable sobre el significado de la papisa, en el siglo XVI y en el siglo XX.
Como he dicho antes, la oportunidad de La papisa Juana de Alain Boureau es, pues, importante, y en el caso de la edición española presenta un interés adicional, por dos razones, ambas históricas. En primer lugar, porque en el curso de su atormentada carrera, la papisa desempeña un papel destacado en las controversias doctrinales que jalonan, a su vez, la historia de la Iglesia católica y en definitiva de Occidente, controversias que alcanzan un punto álgido durante la Reforma, cuando España desempeña un papel igualmente destacado, como nación católica defensora de Roma y como Imperio defensor de su hegemonía, contestada en dos frentes: en el cultural y en el político. En segundo término, porque la lectura global de la vida de Juana nos remite en última instancia, y como he apuntado al principio, a nuestra realidad inmediata. Me refiero al significado que adquiere la identidad fronteriza de la papisa en el contexto de los cambios registrados de un tiempo a esta parte en todos los ámbitos de la sociedad española, entre los que cabe destacar aquí la separación Iglesia-Estado, la laicización progresiva y la intervención creciente del elemento femenino en la vida civil y religiosa de España.
Poco más puedo añadir sobre esta Papisa Juana de Alain Boureau, que no adelante el propio autor en su «Introducción», excepto, si acaso, dos opiniones personales. Por un lado, subrayar la objetividad que preside el tratamiento de algunos temas delicados por parte de Boureau, quien ha huido del panfletarismo fácil que suele acompañar a Juana, ciñéndose al testimonio de las fuentes historiográficas con soltura de oficio no exenta de sentido del humor; el resultado de su esfuerzo es que su libro no ofende a nadie y a todos interesa. De otra parte, significar la exigua presencia de la historiografía española en un trabajo particularmente rico en fuentes documentales. Por lo demás, sólo me queda reiterarme en las calidades arguméntales de este relato ameno y esclarecedor sobre una figura tan escurridiza como es La papisa Juana.
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