Ebook: Migajas filosoficas, o un poco de filosofía
Author: Soren Kierkegaard
- Genre: Other Social Sciences // Philosophy
- Tags: Philosophical anthropology, Antropología filosófica, Person what a person is, Persona, Qué es persona, Personal identity, Identidad personal, cadacualtez, ipseidad, quididad, ipseity, quidditas, existentiality, existencialidad, subjetividad, sensosemoviencia, psiquismo, alma, espíritu, sentido
- Year: 2004
- City: Buenos Aires
- Language: Spanish
- pdf
Casi con espanto comencé la traducción de Smuler. Y no es que estuviera
contagiado de! temblor kierkegaardiano ante la existencia o
írente a !o augusto. Llevo estudiando toda mi vida las obras y los
papeles kierkegaardianos, creo haber llegado a un conocimiento más
que mediano de su pensamiento, tengo contacto con la inmensa mayoría
de los especialistas mundiales en el tema, pero eso no obsta para
que la tarea de presentar en castellano el hermoso aunque complejo
texto danés del pensador de Copenhague, se irguiera ante mi imaginación
como una montaña infranqueable. Al finalizar mi versión, no
me encuentro dei todo insatisfecho, pero aún hubiese mendigado a
mi editor un poco más de tiempo para redondear algún pasaje complejo.
No es posible.
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No repetiré los detalles de la biografía kierkegaardiana que son de
sobra conocidos. Basta con situar Philosophiske Smuler 1 en el conjun-
to de la producción literaria y en el ámbito interno del pensamiento
de Kierkegaard.
Las Migajas filosóficas aparecen a la luz el 13 de junio de 1844.
Cuatro días después sería publicado el célebre Concepto de la angustia,
una de las obras más conocidas en el mundo filosófico y sin duda la
más difundida en España y Latinoamérica. Esa cercanía de fechas ha
sido el motivo por el que ambas están reunidas en el mismo volumen
(el cuarto) de las ediciones danesas origínales.
La coincidencia en el tiempo de tan importantes textos es una
muestra evidente de la intensidad del trabajo desplegado por Kierkegaard
en esa temporada. El año anterior (1843) había iniciado sus
publicaciones más serias con las dos partes de la obra Enten-Eller
aunque todavía tuvo energías para editar ese -mismo año Temor y
temblor y La repetición, acompañando todo ello de diversos Discursos
edificantes. El año siguiente (1845) saldrá el grueso volumen de
Estadios en el camino de la vida3 y, un año más tarde (1846), la obra
que él juzgaba como la continuación de Smuler, titulada Postscriptum
no científico y definitivo a las migajas filosóficas4. Cuando publica
Smuler acaba de cumplir S0 ren Kierkegaard 31 años.
Difícil es comprender cualquiera de los libros de Kierkegaard sin
tener en cuenta el resto de su producción literaria. Para hacerlo inteligible
podemos adelantar que en nuestro autor pueden distinguirse
con bastante nitidez tres tipos de obras: unas de carácter estético,
otras de tinte filosófico y otro buen grupo de corte religioso.
No damos la lista detallada de todas ellas, pero sí resaltaremos
entre las primeras Enten-Eller (con el editadísimo Diario del seductor,
las reflexiones sobre la tragedia griega, el Don Juan de Mozart...),
Estadios en el camino de la vida, los soliloquios acerca de su propia
obra, los artículos periodísticos, etc. En todos ellos se ponen de relieve
las facetas más ricas y creadoras del joven escritor.
En una especie de contrapunto se hallan los profundos y meditativos
discursos religiosos, calificados por él mismo como «edificantes
». No es exagerado decir que su pretensión fue convertirlos en la
meta y significado último de toda su reflexión pública. Se ha escrito
tanto sobre ello que sobran nuevos comentarios. No conviene olvidar
que en este conjunto se insertan obras tan enjundiosas como Las obras
del amor, Ejercitación en el cristianismo, Temor y temblor y algunos
capítulos de los libros más abstractos.
El tercer núcleo comprende las reflexiones filosóficas en torno a
la repetición, la ética del individuo, los mencionados textos sobre la
angustia, el libro La enfermedad mortal, así como Postscriptum, la
tesis doctoral acerca de la Ironía en Sócrates y, por supuesto, la obra
que tenemos entre manos: Migajas.
No ha de exagerarse esta parcelación temática. Somos defensores
de una continuidad de sentido y de contenido en el vasto conjunto de
los escritos kierkegaardianos, incluidos su Diario y el resto de.los Papeles.
Es cierto, sin embargo, que se nota un tono diferente en la
manera de redactar unas u otras páginas. En contraste con el toque
pagano, frívolo, romántico y atrevido de los ensayos estéticos, en las
meditaciones cristianas {algunas de ellas están concebidas como sermones
o prédicas) llama la atención'el espíritu de recogimiento y piedad,
pese a que a veces — pocas— se intercalen expresiones con resonancias
«existencialistas» y casi fatalistas acerca de la vida.
Los tratados filosóficos contienen sobre todo argumentos de discusión,
cuyos principales contendientes son Sócrates y Hegel, aunque
también salen a la palestra Descartes, Leibniz, Lessing, Kant, Schelling
y otros muchos. Como enseguida diremos, uno de los lemas fundamentales
de Kierkegaard consiste en rescatar la existencia subjetiva
de la pérdida sufrida con tanta especulación abstracta acerca del pensar.
Como trasfondo resuena el interés por devolver a la fe cristiana la
autenticidad singular de una decisión que carece de apoyo exclusivamente
racional. Lo percibiremos en pequeñas dosis al presentar alguno
de los capítulos del presente libro.
Esta estratificación de temas —si así podemos denominarla— se
hace más curiosa y propensa a mil especulaciones al haber tornado
Kierkegaard la decisión de firmar un buen número de sus obras con
pseudónimos. Insistimos en el plural porque, al contrario de la mayoría
de aurores que asumieron un nombre supuesto (un solo nombre),
Kierkegaard se apropia de variados sobrenombres como Victor Eremita,
Johannes de Silentio, Constantin Constantius, Johannes Climacus,
Vigilius Haufniensis, Un Casado, Frater Taciturnus, Hilarius
Bogbtnder, Anttclimacus, Nicolaus Notabene. Numerosas monografías
y artículos de buenos especialistas han intentado desentrañar las
claves de esta sorprendente decisión. Lo único cierto es que las obras
explícitamente religiosas adoptan la identidad verdadera y real (Stfren
Kierkegaard), lo cual confirma el propósito de dar un sesgo cristiano
a su imagen oficial de escritor. Creemos que en cada momento, es
decir, en cada obra contamos con la mejor herramienta para desentrañar
el significado que encierra determinado pseudónimo y que no
es otra que el propio contenido.
Criticando lo que juzgaba como falaces
apreciaciones de ciertos eruditos de su tiempo que creían poder llegar
por sí solos al conocimiento de Dios22, Kierkegaard concluye que sólo
este maestro tan singular puede tener la iniciativa en el conocimiento
esencial del discípulo. Sigue el monólogo.
A modo de «entremés» de teatro, aparece un Interludio filosófico
de tono abstracto y nada fácil de leer, donde se adivinan muchas críticas
a los filósofos contemporáneos. El tema abordado se refiere a la
cuestión de Lessing y lo inicia con una reflexión sobre posibilidad y
necesidad, de la cual se infiere que el devenir es obra de la libertad23.
Lo histórico sigue teniendo una relación preferente con la libertad y
se.convierte .en una.especie de reduplicación del devenir. Incluso el
pasado remite a una libertad como la del,devenirj de.tal manera que el
historiador tendría que distinguirse «por su pasión hacia el devenir»24.
Kierkegaard desea concluir en la fe, cuyas semejanzas con el devenir
—sobre todo, su «ambigüedad»— le parecen obvias. Para Kierkegaard
la fe no es un conocimiento más, sino un acto de libertad23, supera en
todo a la duda escéptica, conserva el sentido pleno del devenir y rompe
las barreras del pasado y del futuro.
Un pequeño Apéndice insiste en que lo sustancial de la fe es creer
que Dios ha existido históricamente.
El Capítulo V comienza distinguiendo los discípulos actuales («de
segunda mano») de los contemporáneos por medio del hecho histórico
primordial. Rechaza otra vez cualquier intento de «naturalizar» la
religión y retorna a Sócrates para recordar que la fe exige renunciar a
la razón. El monólogo versa sobre la contemporaneidad y cómo la fe
siempre supone lucha.
Una «Moraleja» final de pocas líneas, donde no podía faltar Sócrates,
resume los hitos cruciales de la obra.
Quedan aspectos fundamentales sin exponer, como la vigorosa
reivindicación del sujeto humano, pero quien estudie detalladamente
la obra descubrirá no sólo éste, sino otros muchos contenidos muy
valiosos dentro de un discurso siempre singular y fascinante.
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