Ebook: Con el poder destructor de la mentira_Una malversación histórica 1959–1983
- Genre: Other Social Sciences // Politics
- Tags: Guerra Civil Argentina 1969-1979 subversión guerra subversiva República Argentina impunidad de terroristas subversivos terrorismo en el gobierno distorsión de la historia enseñanza de la historia política antisubversión
- Year: 2007
- Publisher: AUNAR
- City: Buenos Aires
- Language: Spanish, Castillian
- pdf
Asiste la sociedad argentina a la instalación de una irritante paradoja: uno de los dos grandes combatien-
tes de los años setenta, la organización terrorista Montoneros, que pareció entonces derrotada, ocupa hoy posiciones en ámbitos gubernamentales y legislativos, tanto nacional como provinciales y municipales, y otro de ellos, las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Policiales, que venció en esa guerra, aparece hoy espiritualmente disminuido y en franca defensiva.
A través de una “estrategia sin tiempo”, es decir de objetivos no relacionados con el tiempo sino permanen-
tes y que están por encima de cualquier circunstancia del conflicto planteado, sectores ideológicos residuales de las antiguas organizaciones terroristas, a los que todavía mueve su nostalgia y espíritu de revancha, apoyados por intemperantes organizaciones próximas que se muestran como “únicas tutelares de los derechos humanos”, continúan aquella guerra por todos los medios posibles. Su fin es transformar su derrota militar en éxito político, sin renunciar a su objetivo de otrora –adueñarse del poder total del Estado– sólo que cambiando la estrategia.
Es así como comenzaron a principios de los años 80 una tenaz e ininterrumpida campaña de desprestigio y
destrucción de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Policiales, causantes de su fracaso en aquella aventura, así como de distorsión y ocultación de parte de lo acontecido en esos años, haciéndolas únicas responsables de una cruenta e indiscriminada agresión que ellos habían iniciado y cuyas acciones más virulentas y sangrientas fueron, contradictoriamente, realizadas en períodos de gobiernos constitucionales, legalmente elegidos por la población.
En un proceso progresivo y constante, silencioso al inicio y estrepitoso en los últimos años, pero siempre
impulsado por el odio, el rencor y la venganza, esas organizaciones han utilizado con pertinaz intensidad medios de prensa afines, particularmente orientados hacia las generaciones más jóvenes, para lograr que hechos de enorme importancia se eclipsen de la historia, no de la memoria colectiva pero sí de la memoria pública. El resultado ha sido una malversación de nuestra historia reciente, que no sólo echa un manto de silencio y distorsión sobre parte de una época en la que los terroristas instalaron una violencia nunca vista en nuestro país, sino que ha logrado, hasta ahora, silenciar las voces de condena sobre sus aberrantes crímenes.
Que lo consigan finalmente o no depende de los esfuerzos que la sociedad sana y responsable haga para
sincerar la historia completa transcurrida desde el primer atentado terrorista, el 12 de marzo de 1960 (presi-
dencia del Dr. Arturo Frondizi), que terminó con la vida de la niña Guillermina Cabrera, de 3 años, dejando herido a un hermano de 6, hijos del teniente coronel Cabrera. No podemos, no debemos permitir que esos sectores se hagan de la propiedad intelectual y moral de esa etapa histórica reciente.
La historia de una Nación, la reconstrucción de sus hechos, sólo se puede construir sobre la verdad total
y no sobre una parte de ella. La parcialización de la realidad es siempre destructora e impide elaborar, en más de un aspecto, el panorama de una visión valedera y estable de esa historia. Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetir sus tragedias, decía Cicerón.
tes de los años setenta, la organización terrorista Montoneros, que pareció entonces derrotada, ocupa hoy posiciones en ámbitos gubernamentales y legislativos, tanto nacional como provinciales y municipales, y otro de ellos, las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Policiales, que venció en esa guerra, aparece hoy espiritualmente disminuido y en franca defensiva.
A través de una “estrategia sin tiempo”, es decir de objetivos no relacionados con el tiempo sino permanen-
tes y que están por encima de cualquier circunstancia del conflicto planteado, sectores ideológicos residuales de las antiguas organizaciones terroristas, a los que todavía mueve su nostalgia y espíritu de revancha, apoyados por intemperantes organizaciones próximas que se muestran como “únicas tutelares de los derechos humanos”, continúan aquella guerra por todos los medios posibles. Su fin es transformar su derrota militar en éxito político, sin renunciar a su objetivo de otrora –adueñarse del poder total del Estado– sólo que cambiando la estrategia.
Es así como comenzaron a principios de los años 80 una tenaz e ininterrumpida campaña de desprestigio y
destrucción de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y Policiales, causantes de su fracaso en aquella aventura, así como de distorsión y ocultación de parte de lo acontecido en esos años, haciéndolas únicas responsables de una cruenta e indiscriminada agresión que ellos habían iniciado y cuyas acciones más virulentas y sangrientas fueron, contradictoriamente, realizadas en períodos de gobiernos constitucionales, legalmente elegidos por la población.
En un proceso progresivo y constante, silencioso al inicio y estrepitoso en los últimos años, pero siempre
impulsado por el odio, el rencor y la venganza, esas organizaciones han utilizado con pertinaz intensidad medios de prensa afines, particularmente orientados hacia las generaciones más jóvenes, para lograr que hechos de enorme importancia se eclipsen de la historia, no de la memoria colectiva pero sí de la memoria pública. El resultado ha sido una malversación de nuestra historia reciente, que no sólo echa un manto de silencio y distorsión sobre parte de una época en la que los terroristas instalaron una violencia nunca vista en nuestro país, sino que ha logrado, hasta ahora, silenciar las voces de condena sobre sus aberrantes crímenes.
Que lo consigan finalmente o no depende de los esfuerzos que la sociedad sana y responsable haga para
sincerar la historia completa transcurrida desde el primer atentado terrorista, el 12 de marzo de 1960 (presi-
dencia del Dr. Arturo Frondizi), que terminó con la vida de la niña Guillermina Cabrera, de 3 años, dejando herido a un hermano de 6, hijos del teniente coronel Cabrera. No podemos, no debemos permitir que esos sectores se hagan de la propiedad intelectual y moral de esa etapa histórica reciente.
La historia de una Nación, la reconstrucción de sus hechos, sólo se puede construir sobre la verdad total
y no sobre una parte de ella. La parcialización de la realidad es siempre destructora e impide elaborar, en más de un aspecto, el panorama de una visión valedera y estable de esa historia. Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetir sus tragedias, decía Cicerón.
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