Ebook: «El Campamento de los Santos» El Desembarco del Islam (1973-2016)
Author: Jean Raspail
- Genre: Other Social Sciences // Politics: International Relations
- Year: 2007
- Publisher: Ed. Altera
- City: Barcelona (Al-Aldaluz)
- Edition: Título original: Le Camp des Saints, Éditions Robert Laffo
- Language: Spanish - Castillian
- pdf
2016: Un crudo análisis geopolítico de nuestro "hoy" global, escrito en 1973
DEL PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN FRANCESA (1985):
Publicada por primera vez en 1973, esta novela anticipa una situación que
actualmente resulta plausible y constituye una amenaza cuya eventualidad ya a nadie le parece inverosímil: describe la invasión pacífica de Francia, luego de Occidente, por el tercer mundo convertido en multitud. En todos los ámbitos —conciencia universal, gobiernos, equilibrio de civilizaciones y, sobre todo, en el fuero interno de cada cual— se plantea la misma pregunta, pero demasiado tarde: ¿qué hacer?
¿Qué hacer, puesto que nadie puede renunciar a su dignidad de hombre a costa
de consentir el racismo? ¿Qué hacer, puesto que, al mismo tiempo, cualquier hombre —y cualquier nación— tiene el derecho sagrado de preservar sus diferencias y su identidad en nombre de su futuro y de su pasado?
Los débiles se eclipsan, después desaparecen; los fuertes se multiplican y triunfan. El expansionismo occidental, por ejemplo, desde las Cruzadas y los grandes descubrimientos terrestres y marítimos hasta la epopeya colonial y sus últimos combates de retaguardia, obedecía a diversos motivos —nobles, políticos o mercantiles—, pero en los cuales el racismo no ocupaba ningún lugar y no desempeñaba ningún papel, salvo quizás entre las almas viles. La correlación de fuerzas estaba a nuestro favor, esto es todo. Tanto si se aplicaba las más de las veces en detrimento de otras razas —aunque algunas de ellas fueron salvadas de su adormecimiento natural—, dicha correlación sólo era la consecuencia de nuestra sed de conquista: no un motor y ni siquiera una coartada ideológica. Hoy, cuando la correlación de fuerzas se ha invertido diametralmente y nuestro antiguo Occidente, trágicamente minoritario en esta tierra, refluye tras sus murallas desmanteladas y ya está perdiendo batallas en su propio territorio; hoy, cuando Occidente empieza a percibir, asombrado, el sordo estruendo de la formidable marea que amenaza con sumergirlo, es preciso acordarse de lo que anunciaban los antiguos relojessolares: «Es más tarde de lo que crees...». Esta última referencia no ha surgido de mi pluma. La escribió Thierry Moulnier a propósito, precisamente, de El desembarco. Perdóneseme por citar otra referencia, la del profesor Jeffrey Hart, de la universidad
de Princeton, cronista literario y célebre columnista estadounidense: «Raspail no escribe sobre la raza: escribe sobre la civilización».
Pese a su tema, esta novela no es un libro triste, y estoy agradecido a quienes como Jean Dutourd, en particular, así lo han comprendido: «Como nuestro Occidente se ha convertido en un payaso, su tragedia final bien pudiera ser una enorme payasada. Es por ello por lo que este libro terrible es, en el fondo, tan cómico». Para volver a la acción de El desembarco, si ésta constituye un símbolo, no pertenece a la utopía, o, mejor dicho, ya ha dejado de pertenecer a la utopía. Si profecía hay, hoy estamos viviendo sus primicias. Simplemente, en El desembarco esta profecía es tratada como una tragedia a la antigua, con unidad de tiempo, lugar y acción: todo sucede durante tres días en las costas del sur de Francia, donde queda sellado el destino del mundo blanco. Siguiendo mecanismos que desde 1973 se describían, por lo demás, en esta novela (boat people, radicalización en Francia de la comunidad magrebí y de otros grupos alógenos, gran acción sicológica de las ligas humanitarias, exacerbación del evangelismo entre los responsables religiosos, angelismo de las conciencias, negativa a encarar la realidad, etc.), el proceso está, en la realidad, muy avanzado, pero el desenlace no estallara en tres días, sino que lo hará, casi con toda seguridad, después de numerosas convulsiones acontecidas en las primeras décadas del tercer milenio —apenas dentro de una o dos
generaciones.
Cuando se sabe lo que representa hoy una generación en nuestros viejos países europeos, a uno se le rompe el corazón y le embarga el desaliento. Basta pensar en las terribles previsiones demográficas para los próximos treinta años, y las que voy a citar nos son las más favorables. Cercados en medio de siete mil millones de hombres, se hallan setecientos millones de blancos, apenas un tercio de los cuales —y poco frescos, muy envejecidos— se encuentran en nuestra pequeña Europa, teniendo frente a ellos, al otro lado del Mediterráneo y procedentes del resto del mundo, una vanguardia de cerca de cuatrocientos millones de magrebíes y musulmanes, el cincuenta por ciento de los cuales tiene menos de veinte años. ¿Cabe imaginar un solo instante, y en nombre de qué política de avestruz, que se pueda sobrevivir en medio de tal desequilibrio?
DEL PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN FRANCESA (1985):
Publicada por primera vez en 1973, esta novela anticipa una situación que
actualmente resulta plausible y constituye una amenaza cuya eventualidad ya a nadie le parece inverosímil: describe la invasión pacífica de Francia, luego de Occidente, por el tercer mundo convertido en multitud. En todos los ámbitos —conciencia universal, gobiernos, equilibrio de civilizaciones y, sobre todo, en el fuero interno de cada cual— se plantea la misma pregunta, pero demasiado tarde: ¿qué hacer?
¿Qué hacer, puesto que nadie puede renunciar a su dignidad de hombre a costa
de consentir el racismo? ¿Qué hacer, puesto que, al mismo tiempo, cualquier hombre —y cualquier nación— tiene el derecho sagrado de preservar sus diferencias y su identidad en nombre de su futuro y de su pasado?
Los débiles se eclipsan, después desaparecen; los fuertes se multiplican y triunfan. El expansionismo occidental, por ejemplo, desde las Cruzadas y los grandes descubrimientos terrestres y marítimos hasta la epopeya colonial y sus últimos combates de retaguardia, obedecía a diversos motivos —nobles, políticos o mercantiles—, pero en los cuales el racismo no ocupaba ningún lugar y no desempeñaba ningún papel, salvo quizás entre las almas viles. La correlación de fuerzas estaba a nuestro favor, esto es todo. Tanto si se aplicaba las más de las veces en detrimento de otras razas —aunque algunas de ellas fueron salvadas de su adormecimiento natural—, dicha correlación sólo era la consecuencia de nuestra sed de conquista: no un motor y ni siquiera una coartada ideológica. Hoy, cuando la correlación de fuerzas se ha invertido diametralmente y nuestro antiguo Occidente, trágicamente minoritario en esta tierra, refluye tras sus murallas desmanteladas y ya está perdiendo batallas en su propio territorio; hoy, cuando Occidente empieza a percibir, asombrado, el sordo estruendo de la formidable marea que amenaza con sumergirlo, es preciso acordarse de lo que anunciaban los antiguos relojessolares: «Es más tarde de lo que crees...». Esta última referencia no ha surgido de mi pluma. La escribió Thierry Moulnier a propósito, precisamente, de El desembarco. Perdóneseme por citar otra referencia, la del profesor Jeffrey Hart, de la universidad
de Princeton, cronista literario y célebre columnista estadounidense: «Raspail no escribe sobre la raza: escribe sobre la civilización».
Pese a su tema, esta novela no es un libro triste, y estoy agradecido a quienes como Jean Dutourd, en particular, así lo han comprendido: «Como nuestro Occidente se ha convertido en un payaso, su tragedia final bien pudiera ser una enorme payasada. Es por ello por lo que este libro terrible es, en el fondo, tan cómico». Para volver a la acción de El desembarco, si ésta constituye un símbolo, no pertenece a la utopía, o, mejor dicho, ya ha dejado de pertenecer a la utopía. Si profecía hay, hoy estamos viviendo sus primicias. Simplemente, en El desembarco esta profecía es tratada como una tragedia a la antigua, con unidad de tiempo, lugar y acción: todo sucede durante tres días en las costas del sur de Francia, donde queda sellado el destino del mundo blanco. Siguiendo mecanismos que desde 1973 se describían, por lo demás, en esta novela (boat people, radicalización en Francia de la comunidad magrebí y de otros grupos alógenos, gran acción sicológica de las ligas humanitarias, exacerbación del evangelismo entre los responsables religiosos, angelismo de las conciencias, negativa a encarar la realidad, etc.), el proceso está, en la realidad, muy avanzado, pero el desenlace no estallara en tres días, sino que lo hará, casi con toda seguridad, después de numerosas convulsiones acontecidas en las primeras décadas del tercer milenio —apenas dentro de una o dos
generaciones.
Cuando se sabe lo que representa hoy una generación en nuestros viejos países europeos, a uno se le rompe el corazón y le embarga el desaliento. Basta pensar en las terribles previsiones demográficas para los próximos treinta años, y las que voy a citar nos son las más favorables. Cercados en medio de siete mil millones de hombres, se hallan setecientos millones de blancos, apenas un tercio de los cuales —y poco frescos, muy envejecidos— se encuentran en nuestra pequeña Europa, teniendo frente a ellos, al otro lado del Mediterráneo y procedentes del resto del mundo, una vanguardia de cerca de cuatrocientos millones de magrebíes y musulmanes, el cincuenta por ciento de los cuales tiene menos de veinte años. ¿Cabe imaginar un solo instante, y en nombre de qué política de avestruz, que se pueda sobrevivir en medio de tal desequilibrio?
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